Hijo de la derrota

Día seis

Se detiene. La noche se oye densa y porosa. Da unos pasos frente a la puerta y se entumece. Mientras ve las frías aceras toma impulso y se decide a dar los tres toques definitivos: se entumece. Desde dentro se oyen pasos inseguros, irregulares, casi temerosos. El último paso se oye muy de cerca, y luego de unos segundos, se abre la puerta. ─¿Qué haces aquí?─ Su cuerpo cansado era sostenido por un viejo bastón de madera negro y empuñadura dorada. Su mirada de mamífero, de milenario mamífero entristecido explora de extremo a extremo, fruncido el ceño, cada parte que llegue a verse de la presencia de su hijo ─¿No te dije hace años que no quería volverte a ver en mi vida?─. Justo continúa cabizbajo, subordinado a la presencia que ahí en frente representa tanta historia, tanta vida, viejo, tanto dolor, viejo, qué quieres que haga, no pude contenerme, necesito hablarte, cómo me tratas así, si después de tiempo que no nos vemos viejo, ¿cuánto?, desde que murió la vieja, sí, la vieja madre mía, qué recuerdos, qué tristeza, ¿Me perdonas?, yo siempre me sentí así de culpable, viejo, así, y no te imaginas lo que se llora estando uno tan mal, tan alejado. Pero comprende, viejo, comprende, ¿Que quién me dio tu dirección?, qué importa eso, qué más da viejo, y aquí estoy, ya estoy aquí, qué importa dónde vivo, ni nada. Mira que he sido muy valiente al acercarme así, viejo, ¿te acuerdas nuestra última pelea? Qué desastre, qué mal quedamos. Y hasta ahora, viejo, hasta hoy que no nos vemos, ¿acaso te pasarás la vida odiándome, acaso yo me pasaré la vida odiándote, papá? Te juro que la mamá nos habrá perdonado ya, que me habrá perdonado ya, ¿no crees? Qué pasa papá, ¿tratarás así a tu hijo, acaso, a tu único hijo, acaso, si ya pasó bastante tiempo, papá? Mira lo viejo que te has puesto, cuánto tiempo, cuánta vida, cuánto camino, viejo, ¿recuerdas las únicas dos veces en que me llevaste al colegio? Yo no lo olvido, ni cuando me golpeaste tan duro que apenas terminaste empezaste a llorar y a pedirme perdón, viejo, ¿recuerdas?, porque yo siempre, yo siempre, cada noche que me encuentro solo, y ahí siempre apareces tú, con tu traje azul, y tu corbata roja y tu camisa blanca, viejo, claro que me acuerdo, claro que estás siempre, ¿cómo crees que no? Si no qué crees que hago acá, siendo tú tan severo, tú, papá, que no supiste serlo, qué sé yo; pero aquí estoy, aquí me ves, acaso si te odiara, ¿acaso? Qué necesitas, viejo, qué puedo hacer ahora, que ya todo está hecho, que ya el tiempo ha pasado. ¿Recuerdas cuando maté al tal Faustino ése, recuerdas? Fue por ti, papá, lo hice por ti, porque ese viejo siempre se andaba burlando de nuestra condición, viejo, y por tus ideas políticas, también papá, qué se yo; pero no te pongas así, que yo no tengo tanta culpa papá, así pasó, así fue, qué podemos hacer, ya pasaron, ya es historia, papá, ¿no recuerdas acaso, que fuiste tú quien me delató, no recuerdas acaso que fue por eso que me largue de la casa? Pero qué importa ya, viejo qué mierda importa, hijo del demonio, tú no eres mi hijo, largo de aquí, y quién dice que me voy porque lo dices, viejo, me largo porque no quiero vivir encerrado, ni aquí, ni tras las rejas, largo de aquí, largo, largo tu putamadre, viejo, tú tienes la culpa, tú, sí, lárgate, condenado, acaso te pasarás la vida culpándome de tus errores, acaso te excusarás siempre, hijo, hijo del demonio, si toda mi vida fue miserable, actuaré como fue mi padre, ¿acaso? Hijo del demonio, el demonio la putamadre, viejo, me largo, y qué quieres que haga, si ya ha pasado tanto tiempo, papá, ya nadie ni se acuerda, ni nada, ¡qué se van a acordar nada!, no recuerdas acaso, que me interné en esa selva maldita, ¡selva de verdad, viejo, selva de verdad!, y qué, si he ido pagando mis penitencias, viejo, cada una, si hubieras estado en mi pellejo, carajo, viejo, allá, en esa selva, viendo muerte, todo muerte, día y noche, como pan de cada día, y aquí me tienes viejo, volví apenas me enteré lo de la mamá, viejo, lo siento tanto, qué quieres aquí, fuera de aquí, malagradecido, hijo del demonio, fue tu culpa, siempre lloraba, siempre por ti, porque te largaste, fuera de aquí, malagradecido, hijo de tu madre, mío no, fuera de aquí, mándese mudar, ¿y recuerdas que se día me echaste, viejo? Qué golpe tan duro, quién lo diría, pero me aguanté, me aguanté de verdad, cómo si no tenía apenas dónde caerme muerto, viejo, cómo me haces eso, y faltar al entierro por no verte la cara, viejo, qué golpe tan duro, viejo miserable, viejo maldito, jamás volveré, ya lo verás, jamás me volverás a ver la cara, te lo juro, viejo, te lo juro por mi madre, no la vuelvas a mencionar, que tuya es la culpa, fue por ti, hijo del demonio, fue porque te largabas siempre, haciendo no sé qué barbaridades en la calle, largo de aquí, largo, para siempre, viejo, ya lo verás; pero aquí estoy, en tu puerta, después de tantos años, de seguro que no esperabas verme nunca más, pero sé que piensas en mí, viejo, sé que sí, por eso aquí estoy después de tanto, ¿que por qué vuelvo? Porque no se puede estar peleado toda la vida, viejo, por eso. Y su rigidez cohíbe cada palabra de su hijo, y Justo naufraga en un mar tan callado, ahí, frente a frente, Justo, después de tanto. ─¿Qué quieres aquí?─ Sus pesados ojos se han encendido, detrás la casa permanece a oscuras, y su firmeza, Justo, ahí tan firme como siempre ─Vete, que ya es tarde─. Justo asiente, en aparente resignación, mientras la puerta se va cerrando. Su dolor no puede ser más grande, ni sus pies más pesados, ahí, Justo, negando la vida entera, y dando cada paso como queriendo retroceder, pero andas a la deriva de la noche, y sin rumbo aparente: «Por qué no dije nada, por qué no dije nada, por qué no dije nada, por qué no dije nada…», piensas.

Luis Ernesto



No hay comentarios:

Publicar un comentario