Ella fue N, yo fui Nazi

No tuvimos compasión de los autos, ni de las combis. Nuestras caminatas no pasaban de dos besos más un cuarto de guerra, ella era N yo era un Nazi,  tomaba la esvástica y soplaba a Europa cinco siglos de Gloria al ritmo de como acariciaba su pezón y alrededor de este daba por hecho la fecha: 1986. El color de su historia personal se parecía a un VHS, con películas de Robín Willians, era tan Nazi que odiaba la marcha de sus piernas y su devoción a las margaritas, detestaba el crujir del señor de los milagros entre su cabellos; los niños se le colgaban de los dedos y que mierda hacíamos, solo tomar nuestro caballito de totora y desafiar el alcohol de la tardanza de habernos conocido. Dado que nuestro amor, no era amor, era la guerra que asume la física cuántica cuando se da cuenta que es mejor meter los dedos en la humedad de tu amada y sentir los protones girando y chocando-------------------################# así  se crea amor,  así creaste la sonrisa de ella.
Me besaba como mar en fuga y sus pirámides no conocían geometría, la distancia rompía con el espacio// mis pies caminaban// ella// mujer de huesos sin piel y vellos que se enreda en la carne de mi verso// nuestro futuro es saliva con alcohol bajo unas gradas con luces y música// (un paréntesis para el amor)
Nos enojábamos, me convertía en fantasma caminaba bajo sus piernas, jugaba el trompo mientras ella gruñía y me lamía como cachorra, yo estiraba mi mano y decía Hail. Tenía que ganar yo. No quería compartirle el estado ni el poder del capital de mi vientre. Mientras ella era soldado que guarda su arma.
 Ya estábamos perdidos
ella cerco su nido  y  yo me fui con la lluvia  a otro  funeral
os muertos de guerra bebieron conmigo, ella orinó en una esquina
su orín fue maldición para mis combatientes,
perdí mi guerra,
ella gano todo.

Muerta la amistad, ya no hay una araña  caminando por las paredes, solo hay cucarachas en plena misa crucificando  su fe por seguridad muchas veces. Ya no hay filosofía en nuestras calles,solo himnos botados, el recuerdo de tus piernas y mis caderas. Tu eras N, yo  tenía mi avión bombardeándote, y mis metrallas no paraban ahora solo hay devastación de guerra.

Cuando el soldado regresa a casa
no tiene mujer,
su mujer se la llevo dios,
el ama a las mujeres de los soldados,
las convierte en juego de azar.

Tú eras N, yo sólo no usé bien el retrovisor.


Mario Santiago Bey Quiroga

Hijo de la derrota

Día tres


Anochece: piensa en ella. Alza la vista, Justo,  y sus veinte cuadras a recorrer en peregrinación golpean contra sus piernas apagadas. Resuelve resignarse. Camina, piensa, sueña en cada parte de su cuerpo. Piensa en ella, mientras anda a la luz del gas de neón y las tétricas calles encienden su corazón, Justo, su amor, su cálido arrullar entre viejas frazadas, sin nada más que olor a humanos, entre sus grandes senos de madre solitaria. Veinte cuadras hacia el sur, Justo, y serán cuarenta para regresar a casa. «..Qué importa, si hace tiempo que no la veo», piensa, y su oscura sonrisa brilla moribunda en la oscuridad de este viernes. Cruza la olvidada losa deportiva y sus viejos amigos en lo oscuro lo observan incrédulos. ─Justo, ¿eres tú?─ pregunta Leónidas, con voz cavernosa; le rodean tres personajes insomnes, y va girando entre ellos un brebaje embotellado compuesto por el mismo demonio. ─Claro que eres tú, maldito viejo sarnoso ─continúa─. Acércate, ¿o quieres que yo vaya hasta allá, Justo?─. Duda, mira las doce cuadras delante de él. Descansa, sus agotados ojos vuelven la mirada hasta el cuarteto que lo espera. ─¿Nunca cambiará el Leónidas endemoniado?─ pregunta Justo, mientras se acerca. Entonces recuerda, gira, hurga, huye su mente, revoloteando en el pasado como ágil serpiente entre sus ojos, muy dentro: A las orillas del río Rímac, Justo, a sus orillas pestilentes y mundanas, donde reiteradas veces encendiste tu condena en un rincón agazapado y eterno, donde reiteradas veces le prendiste fuego a tus pulmones, y el fuego rutilaba como pequeña estrella en la inmensa oscuridad de la noche, a las orillas del seco río Rímac, del pedregoso río y sus perros muertos, y sus salvajísimas ratas, Justo, donde perdiste a tu familia, a tus hijos, a tu dignidad. Lloras a mares, «Es mi vida», piensas, ─¡Es mi vida!─ gritas; y nadie te oye en la inmensa soledad de tu desgracia. Tus acompañantes están inconscientes, entre sus frazadas, sus pulgas y sus lamentaciones. Enciendes nuevamente tu condena, inhalas tus amarguras y exhalas el alma que va ondulando, serpeando en la noche de luna llena y sinsabores. Te acobijas tanto que pareces una roca más, inmensa, hecha de huesos, carne y trapos. A la luz de la luna duermes sin pensar ya nunca más en el mañana. ─…Tuvimos tantas batallas, hermano─ dice Leónidas, contento─. El humo ronda disperso entre la reunión, la noche está callada y siniestra, a lo lejos los perros aúllan un lamento que deja una sensación de nostalgia. Justo vuelve, de un golpe en el hombro.  ─Él no es mi amigo, es mi hermano ─indica a los otros muertos─, ¿o no, Justo?─. Justo asiente, sonríe, bebe un poco, y un profundo malestar lo ahoga desde sí, orgánica consternación, cuando cada recuerdo se vuelve sensación. Entonces, se despide, casi huyendo. No escucha los improperios, pero les siente su agresividad. Sin voltear, coge nuevamente su recorrido. Tose, febril, anda, escupe, tose nuevamente, y sueña, entonces, con sus anchos muslos, Justo, su enorme sexo esperándote congestionado. Allí estará, esperándote, quizás soñando también contigo, con tus palabras enjugando sus labios, con tu romance fugaz y a la vez duradero. Regurgita agrias mezcolanzas, escupe,  suspira y se persigna, mientras cruza la vieja iglesia casi abandonada: «Qué será del padre José, en qué desgraciada situación habrá caído», piensa, «con lo creyente que es la gente por aquí, hasta habrá dejado de creer en Dios, Dios mío». Da un giro en la última esquina de su recorrido, piensa en ella, sigue a paso trémulo hasta la entrada de su quinta, piensa en sus senos, cruza el umbral en penumbras y su corazón da un salto, piensa en sus piernas, mientras va adentrándose en la oscura cueva, y piensa en su aliento de carnes aún fértiles, se detiene frente a su puerta, y vuelve a dar un salto su enfermo corazón, se estremece, piensa: «no puede ser, mujer». Ausculta la casa, que está viva de sonidos tan humanos; gimen, susurran, Justo, como dos mamíferos dándose el uno al otro quién sabe cuántas energías, se necesitan Justo, por entre los orificios de las viejas maderas de aquella casa ahora tan ajena  para ti, Justo, vuelve, qué dirás, qué harás, a dónde ahora, con qué cara, cuarenta cuadras, Justo, con qué fuerzas, ya para qué, justo. Piensa: «No pudiste esperarte, puta de mierda». 


Luis Ernesto

Nuestros cuerpos crujirán como galletas olvidadas en el corazón de una bomba atómica.



Extrañamente nos extrañaremos /
    obviando todo el arsenal de odio del que dispusimos (secretamente) una vez
                              establecido el primer día.
    Por tu mejilla rodará un ratón transparente (que siempre quiso asesinarme)
          y al que le tuve la fobia más sincera y risible.
  Espía del silencio /
  ansiamos el fantasma que acude a abrigarnos en los espacios abiertos/
  y nuestras manos como hojas de un árbol antiguo han cesado el vaivén de la sonrisa
Ése polvo que despierta las ruinas de una ciudad tan nuestra…
Tus piernas
tambalean al contacto del silencio como agua caída de los techos de nuestra tristeza.
Y nos inmolamos en el rencor
                 y te disgusta cada movimiento que hago porque
                                                                    existe un parecido a la lejanía/  
desde donde nos llamamos, ingenuos y felices/
jugando luego con el fuego de los insectos que brotan de nuestros cuerpos cuando somos uno.
Y la oscuridad es un color más rasguñando tu frente
y el sudor es una sustancia extraña que impone un aire de solemnidad en nuestro diálogo sobre el fin y el extrañarnos desde un mar de días /
 / Distantes
Ya aprenderemos a detener el fin
bajo la colcha/
mientras somos un par de ocultos puntos opuestos
situados en el mapa que nada podrá encontrar
salvo la resignación de ser eternos desorientados/
y soy tan tonto como en un principio/
que no deja de hablar de la muerte en términos tan distintos porque voy aprendiendo a controlar la claustrofobia de las palabras y las cosas que me rodean/
y no soy tan tonto como en un principio/
porque  hemos recorrido todo lo que hubo que traspasar con la fuerza expansiva de una bomba oxidada por la humedad de las lágrimas/
habrá que asumir algún día esta tristeza con todo el cuerpo y la entereza de un adulto/
y ver por la ventana cómo se aproxima la ráfaga de fuego y artefactos chamuscados/
entonces tendremos que reconocer que  nuestra herida es la más perfecta porque está a punto de sanar/
y tendré hambre
y comeré galletas.
J. Estiven Medina Ortiz.


"HAGAMOS EL AMOR COMO ARGUEDAS Y WHITMAN..."


COMO DOS NOSEQUÉ

Como dos no sé qué
                    subimos/bajamos al arenal
atravesados atravesamos
   harto perro muerto navaja y mosca
                                      INVADIMOS DE NUEVO
y en la cima / en los cuernos / en mi cuarto
  entre mis cuatro esteras que son dos
  cierro con un clavito mi puerta/mi pared
y ahora sí:
puedes arremolinar la noche
        arremolinarme a mí
cae tu sostén de los viernes/mi calzoncillo del mes
te crecen las alas y a mí los árboles
y me enrollo a tu cuerpo como todas la carreteras de Ayacucho a las mejores carnes del sol
                       SOMOS NUEVA PIEL
te estiro hasta mi techo/mis bolsas
y eructamos Yunza
                   estallo CaRnAvALeS!
lubricamos la noche para que entre y salga salvajemente por nuestras bocas
y ya que es tarde
y ya que nos defiende el clavito que cierra mi pared
hagamos el amor como cerdos
                   repito: como cerdos
como albatros viernes o amebas
hagamos el amor como dos tiernos erizos en un río de burbujas
como dos júbilos   como niños
como larvas en la herida de un perro
hagamos el amor como si fuésemos dos hormigas en una uva
-porque somos dos hormigas encerradas en una uva-
repartiéndonos iguales al pan / el sexo / las granadas
como dos babosas atadas a un grano de azúcar
como dos canciones
o dos pequeños gorgojos besándose y traspasándose de arroz en arroz
reventando olla / reventándonos
como el Perú y el perú
como Túpac Amaru y Micaela antes de los caballos
como papá y mamá antes de la guerra
                  después de la cosecha
    y durante los huaycos que partieron de tus piernas y llegaron a mi pecho pelado como tú
alzando castillos de cohetes
gritando
LA REVOLUCIÓN SE INICIARÁ EN LOS MANICOMIOS
                                                o en la quebrada
                     desde el Sudor
y ahí estaremos
abrazándonos las tripas
haciéndonos el amor como dos cigarrillos bajo la lluvia
como tres bosques de ortiga
           tres millones de virus
nos trepamos el uno al otro como los miles de várices a las tetas de Lima
y nos hacemos la violencia en el amor como lo hacen el 1ro de mayo y el día de hoy en el corazón de la Tía Sonia
en los riñones de Atahualpa Yupanqui / de Guaman Poma
y no me oxido
y no termino  porque quiero reventarlo todo
                          reventarte TODO en un solo cerdo
pero nosotros también hacemos el amor como tres seres humanos
como tú, nosotros y yo
como Ernesto Grimanesa o Jesús Basilio Auqui
como la gente del siglo XXII que no podrá existir
como todo lo que sobra en el mundo pero HACEs FALTA
dos hermosos y tiernos etcéteras
hacemos el amor como lo hacían Arguedas y Whitman
                                                     Vallejo y tu mamá
                                como dos noséqué
           irresumibles
irrespirables para un solo pecho
nos desbordamos sobre el mundo y lo sabe el mundo/el arenal
por eso nos tocan la puerta/mi pared
                     VUELA EL CLAVITO
y empujan tus hermanos tus viejos serenazgo los vecinos la muerte la ley y las moscas
y nos vamos/ FUERA de aquí
pero haciendo el amor exageradamente EL AMOR
                                         corriendo
                                                   y CORRIÉNDONOS…



Antonio Chumbile

Escuela Fundación de Julio Barco



FUNDAMOS UNA ESCUELA
Con una enorme sonrisa
y algarrobos grandotes que dan sombra oblea
donde tumbarse a recortar nubes con el dedo
de orejas al suelo:  oír el universo del otro
es la lección de hoy
Y hoy se pueden sembrar palabras para que crezcan
Niños pajaritos
y se bebe
cántaros de agua Todo el agua para ustedes
y los libros son bicicletas
las niñas y niños pueden subirse ahora
toda verdad es un diente de león
sopla con fuerza tu verdad y pica los ojos
Toca las piedras
dulcemente
cuadernos mágicos y voladores caligrafíen la risa
protejen a los que corren por la cornisa de centeno
Y un comedor popular
en las costillas de un dinosaurio extinto hace años
nos espera
Podemos extraer meollo dulce,
chirimoya, comida y agua
Para todos  Para todas

Fundamos Un colegio
con nuestros dedos
Flotando como un durazno gigante en el mar
Para regar corazones pequeñitos
Y buscar medusas en el mundo mudo
Con jardines
Colgantes
E himnos de pájaros cantores
y hay plantas de hoja de coca
Con su tocra cúbica
Para chaccharnos la noche en una bola de fuego
Y hablarles a los APUS y a Zeús

y nuestra leyenda es más grande ahora
Y más todavía
Sin profesores macacos
que dicen “ solo llena la pizarra,
Los papás solo quieren ver lleno el cuaderno
Escriba usted dentro de las líneas
Atención, firmes, descanso
SILENCIO!
Sin himno nacional
Sin frío por las ventanas rotas
sin día del padre
de la madre
de la bandera
de la belleza
de los muertos
sin escolta ni desfiles
pues la familia es polifacética
pues nuestra familia son los gatos perros señores arboles
chanchitos de tierra libros cuadernos escobas

Un espacio
donde se pueda filosofar a la deriva del sol,

La inmediatez y urgencia de amar y ser amados
amar y no abreviarse 

Testamento de una tortuga caparazón de botella

Mi camino hacia la estupidez en auto fue muy consciente. Un par de veces he visto los autos dialogar entre ellos, tome la decisión de recordar los pechos de ella, me volví  peregrino de sus pechos, visitante de sus pezones, inexplicable las causas para perder los mapas y no fijarme en las estrellas, hasta llegar a  su vulva, ahora   soy astrólogo de su vulva:

Tus piernas, y mi rostro
con los fluidos y el apocalipsis
pero hay un cometa  y
hay una esperanza
existe un grito,
somos esperanza y grito.

Mi caparazón ya tiene los pasos contados, una receta más para morir;  con un toque de extraño  de futuro. Las enfermedades ya no tienen dónde ir, mi hedor fatuo e resigna a negarte, a decir que la melancolía no es un tratado de comercio y las leyes de la matemática son versos hechos música y que la música  sale de los bares en la madrugada  con el sindestino y el instinto de vivir/dormir para  ver qué sucede   delante de los ojos de Neptuno.  Respiro , sorbo la mañana, siento  que  el psicoanálisis del auto ya no tiene testamento, un poco más de ritmo no caería mal. Ya no tengo más muertes que contar ni mis pasos se han vuelto color licra. Fumar un cigarro en el banco de un parque viendo cómo pasan las generaciones es ver poco a poco  el alcohol se derrama y como el poder se impone en una patrulla. El sol te amenaza, te puñetea, tú sigues recordando,  te enredas en  su símbolo, en su cabello, en su ojo, en el poder de su ojo, la victoria de  su ojo.  

Hay un comercial redondo que pasa 
                                   se suicida y vuelve a vivir
                                    las letras ya no dibujan         si bailan
           hay un canto lúcido en sus labios,
un beso, un mechón de cabello sobre su pezón.


Mi piel roza sus palabras, mis patas van lento, tengo miedo a la ciudad: a sus elevadas hipocresías y su cáscara de almeja. Mi piel es de mandarina, mi caparazón de botella; quinientos años no servirán para volverme un refugio de polillas, mi piel es de mandarina y mis patas son lentas.  Reconocer que estas vivo y pudiste tocar la pestaña a dios, decirle que la sorpresa  va más allá de la creación en siete días y falta un octavo para celebrar después del descanso, eso sí, el creador tiene que bailar con pollera y sacudir los labios, y los demás a aplaudir por que la muerte es más linda cuando hay fiesta. No más lágrimas, ni más abrazos, mis patas de tortuga  pisan las piedras y sujetan un poco de arena para disfrazar las tardes, quizás el futuro, pero el té sabe mejor cuando se toma con amigos y mi caparazón no solo es mi refugio es mi libro, y mi país, mi patria cosmopolita, ya encontré mi testamento, ahí está mi camino.

                                                   Mario  Santiago Bey Quiroga

HACES QUE ME PONGA AGRESIVO


he sido y seguiré siendo tan deshonesto en todo esto, porque incluso tratar de defenderme me aterra.

No es vano
que gastes tu mano en mi espalda
asumiendo que no hay nadie mejor que tú
para hacer sentir mejor a la gente
que se siente muy mal/
y yo digo:
la situación va mejorando
ya no pienso tanto en lo que me pasa
soy coherente y disfruto
con la firmeza de tu vientre.
Quisiera sentir tu tacto con más frecuencia
tu mirada sobrevolándome
como a un terreno lamentable
al que hay que acudir cada cierto tiempo
a divertirse y
a tener algo frenético.
Si tuviera que pensar en no encontrarte
a tiempo
también tendría que reconocer
que me haría falta mucha fuerza
para echar abajo tu casa
y sin embargo no vacilaría en intentarlo,
me agitaría
contra la solidez impiadosa
que se ha endurecido sólo para confrontarme.
Frunzo el ceño/ los labios/ hincho los ojos/
Hago garras con los dedos/ separo un poco las
piernas/
muestro los dientes/
algo así
mientras nadie se inmuta ni abre/
diría con el aliento tibio
derramándose a mi alrededor:
esto parece en vano mientras
un halo circunda mi piel
esa coloración me atemoriza
ese ámbar que me supone perdido
Enojado/ más los trastos telarañosos lloran y las lágrimas sueldan las ranuras del movimiento y es triste.
En realidad no es tan necesario volver a verme
porque verme antes
supuso mi existencia en el futuro
Quiero escribir un poema
que se titule haces que me ponga agresivo
y no sé cómo empezar/
tentativa que me divierte/
he disfrutado con las fugaces ideas
que se arremolinan en torno
a este entusiasmo/
entonces/ para escribirlo habría que correr hacia ti
y preguntarte.
Me lo contarías afligida
y yo no te lo creería por el espanto que presumiría hacerlo,
y compartiría tu pena
y me dirás que es hipócrita hacerlo
y te preguntaría porqué
y sonreirías disgustada
explicándome lo tonto que es
indagar la proporción de la fuerza y el daño emocional  que posee mi golpe
para luego pretender sentirlo
desde un campo aislado.
Te diría que no me parece hipócrita y  menos tonto
que quizá pueda ser natural
un modo de lamentarlo
un tímido modo de disculparse y
exclamarías que no hay forma/
que justificarlo así
es doblemente hipócrita y tonto/
Entonces te diría que quizá pueda ser así pero quiero pensarlo de otro modo
para ser amable conmigo.
Pero en verdad quiero escribirlo/
podría acaso sentir el heroísmo
de quién restituye la dignidad destrozada
de un fracasado que anda
por ahí pensando en lo interesante
que sería hacerse poeta.
Entonces voy a escribirlo y
para hacerlo voy a convencerme primero que va a ser un poema/
un poema de esos que se vuelven antes de salir de casa
y sienten la inexplicable e imperiosa necesidad
de cambiarse de nombre/
en realidad escucho una canción
y no pienso ni en la lucidez
ni en la honestidad de todo lo escrito hasta el momento
pero pienso también en que  puede sostenerse solo/
que no soy imprescindible para todo esto/ siempre se escribe y siempre goza de un cuerpo más ágil/
podría sentirme como ignorado en el rincón más sucio
de la honestidad
embriagado con una amnesia risible
pintando mi cerebro engañado
quizá por aquello que voy dócilmente confundiendo/
la conciencia es un agujerado  equipaje.
En realidad escucho una canción que está muy buena
y simulo a ratos tocar la batería/
es mi modo de escribir/
tecleo a ratos palabras que recorren mi cabeza como chispazos de luz salidos de la nada/
estoy como en un rincón
donde no vale la pena ni alcanza el ánimo
de buscar una explicación.
Sí, y es muy cierto
que alterno la escritura con la revisión de pdf’s
que contienen poemas de tipos (as) buenos (as) que escriben genial
y digo genial porque deben serlo
y porque en parte no los entiendo
porque los leo aparatosamente sólo para sentir
que tal vez puedo llegar a hacerlo también
 pero quizá por eso no merezca esto
y sé por eso que no lo merezco
y me convenzo con tristeza y
algo de cinismo que no podría llegar a ser poeta/
será tal vez por eso que evito ser llamado así
o mencionarlo en algún momento
cuando la situación se torna aburrida
sabes que soy poeta?
A pesar de eso/ lo he intentado en voz baja
pero he conservado la prudencia de no insistir
porque no sabría afrontar la pregunta que sucedería  
Que qué significa eso?
Bueno, no sé,
es también tu culpa que esto se esté haciendo aburrido.
La canción está realmente buena y la reproduzco repetidamente
y un perro ladra insistentemente afuera/
ha de tener frío/ a mi me duele la espalda.
No quiero detener la canción
porque no sabría qué hacer con el silencio.
Odio el silencio porque no existe/
o a lo mejor sí pero es tan precario
que no pretendo acogerlo
/ porque un pitido se deslizaría /un chasquido/ una crepitación/ un siseo /un susurro/ lo que fuere/
el silencio es un engaño/
un robotito insolente que nos induce a la aflicción.
Quiero escribir un poema
que me explique furioso
simulo tocar la batería y lo hago muy bien
he dominado la disposición de los tambores en el espacio
y el tiempo no es problema/
es un placer formar parte de mí/
mi corazón es un cráneo pixelado
que abre y cierra la mandíbula
mientras gira en torno de sí
y canta/
en las órbitas vacías yace el polvo de la vida/
pero como la vida pugna por sostenerse a sí misma y no lo logra
casi no importa.
Y pongo una canción porque de otro modo no podría escribir
y necesito constantemente tener tu rostro
haciendo algún gesto que simule comprensión,
en mi mente.
Impávido/ ahora
pienso en todo el temor que he tenido que consentir
para atribuirte toda la belleza.
Subo el volumen hasta el tope para no sentir el tecleo
y menos lo que voy pensando/
/
la distancia de nuestros cuerpos
es la misma que me separa de la superficie/
me hundo/
la música al tope y éstas palabras apertrechándose
con apresurado tecleo es la tristeza
enmarcando una fotografía que nunca existió.
/ El nerviosismo sólo va conmigo/
mientras me voy poniendo paranoico
voy pensando en lo genial que sería mi vida
si me dedicara a hacer dibujos animados sin temer a la falta de creatividad/
apresuro el paso mientras las líneas de la realidad se confunden en temblores negros y espacios blancos absorben mis pasos
mis manos en los bolsillos laten/
escondo el rostro en la bufanda
con un extremo arrastrando por el suelo/
Debo disculparme por usarte de esta forma,
quizá y haya llegado a golpearte,
quizá desde este lado te haya arrojado parte de mi cuerpo/
llévate todo esto aunque sea inútil/
una neblina de ojos abatidos/
y es la misma canción
que anduvimos cantando mientras yo iba, milagrosamente (seguro usarías éste término) poniéndome contento/
apretando tu mano y luego no pienses tanto sobre el asunto,
todos vamos a morir.
Una estrella nos hubiera aplastado y hubiera sobrevivido para buscarte.
Y espero que no me llames
Sé que no vas a hacerlo
y aún espero que no lo hagas.

Y quién demonios soy yo para decir esto? - Antonio Chumbile

Y quién demonios soy yo para decir esto?

La Poesía Joven no muerde ni ladra
no se desnuda, no vomita
la Poesía Joven es cool, sabe colgar fotos y no colgarse a sí mismos
sabe burlarse de todos
burlarse de la poesía joven
pero no se retuerce
no sangra
no tiene convulsiones que terminen en ti.
La Poesía Joven está muy bien, toma el té y dice gracias.
La Poesía Joven lee poesía joven y no poesía
A veces nadie los entiende porque no hay nada qué entender
pero Joven, si te invito una chela, eso poco importa.
Ahora los jóvenes crecen rápido, más rápido que la poesía

por eso creen que la dominan. 

Hijo de la derrota



Día dos

Amanece, Justo. Entonces, Justo muere. Desvanece su alma mientras el catre cruje y su enclenque y moribundo cuerpo se dispone a levantarse. Dolor, dolor de fémures más húmedos que las roídas paredes; dolor que le recuerda su realidad. Atrás, muy atrás queda el sueño que entre tibias frazadas iba ondulando, aquel sueño donde libre volaba por cielos eternos, donde el olor del viento no tenía tiempo alguno, mucho menos nostalgia. Atrás, Justo, atrás queda. Siente su cuerpo, su desgracia, su dolor universal. «…Quién lo diría, Dios. ¿Acaso?, no, claro que no, ¿Dios?, no, claro que aún no estoy muerto», piensa, mientras mese sus huesos a través de la oscuridad. Frío, frío desde dentro, desde sus huesos. Cruza la puerta de su tristeza hexaédrica y se dirige al gran lavadero que aguarda al terminar del corredor como enorme pilón de aguas olvidadas, un remanso de verdes y putrefactas mezcolanzas, cicutina para cualquier incauto. Se entumece. Toca nuevamente el agua, se entumece nuevamente. Prepara el rostro para el impacto, y descarga un chorro gélido contra sus apagadas mejillas. Observa por encima del grueso e histórico adobe: invierno, manta gris, crudo amanecer que ahoga las esperanzas. Justo suspira. Frío, desde cada vértebra. «¡A caminar, se ha dicho!», piensa. «…Y sigo vivo, quién lo diría, ¿no? Luego de lo de ayer, hasta me creería inmortal». Ajusta las prendas de su cuello, hasta casi ahorcarse, y atraviesa la gran casa para ser presa de Julio y sus arranques. Cojea, levemente, danzando entre el albor opaco de las seis veinte de la mañana, mientras cantan los gallos sin ser oídos nada más que por el hombre que a todo se muestra indiferente. «…y luego esto, estas malditas rodillas que me matan, y maldito el frío, maldito el trabajo, maldita la vieja Mercedes… le hará falta un marido, seguro,  ¡quién sabe!» Frío, desde todos lados. La húmeda calle disuelve sus rígidos y fúnebres encajes con la invisible llovizna que se pierde entre todas las cosas. Tenue, lánguido, Justo recorre a paso perezoso las viejas calles de su infancia, las ruinas de lo que fue su infancia. ─¡Charles, qué haces ahí, viejo!─grita─¡Acaso otra vez en la porquería!─. Cruza el basural y sumerge sus pensamientos en el océano de su pasado. Había huido en diferentes ocasiones de la muerte, había corrido, caído, y desesperado se había arrastrado, se arrastraba, cojeaba, y de un golpe certero que le propinaron fue volcada su desesperación a un estado obnubilado. ─¡Despierta!─gritaron. Apenas pudo abrir un solo ojo, y la realidad lo recibió arrodillado, con el cañón largo de una Smith and Wasson 686, en la boca. ─Justo, el buen Justo ─una voz gruesa e irónica─, ahora querrás hablar, claro que sí, amigo─. El corazón galopa salvaje, encarrilando su respiración en un desenfrenado vaivén. Su pecho se infla y desinfla mientras no logra pronunciar palabra alguna, frente a  tres sombrías siluetas. Un duro golpe en el ojo ciego le hace escupir cuanta palabra pueda procesar sus dañadas fauces. ─Muy bien, muy bien ─asiente─, continúa, mi buen Justo…─. Cuando dejó de hablar, el cañón largo lo observaba. Desespera, se levanta y una gran descarga atraviesa su hombro izquierdo, obligándolo a caer y desmayar. Casi muere aquél día, «casi muero aquél día»,  piensa, mientras el día empieza a aclarar. Cruza el viejo mercado y le entregan el desayuno entregado los días de jornada.  Los pesados pies empiezan a agilizarse, y cuando llega a la obra ya es un hombre contento. ─Locura tremenda la de ayer─dice Jerónimo─. Hoy ya no te esperaba─. Justo aparece de un rincón con grandes botas y viejos trapos que resaltaban su oxidada musculatura. ─Uno estará viejo, pero no tanto─dice, mientras levanta el rostro y las grandes columnas se erigen nueve metros  en el cielo. Las máquinas empiezan a girar sus ejes, Justo coge una pala, y empieza a colmar las carretillas de arena. No, no se le notan los grilletes, ni tampoco la bola de hierro le pesa tanto, pero ahí están, y él los siente.