CASCOS AZULES


Era una lucha constante: día a día tener que lidiar la venta, la lluvia o el sol y, para colmo, los billetes falsos. Pero a los Azules les tenía un pánico terrible. Todos gritaban: ¡Ahí vienen los Azules, los Azules! Llena de escalofríos, yo sentía cómo los cascos gigantes corrían tras de mí, queriéndome quitar lo que tenía. Por más que hacía tanto esfuerzo, no podía cargar toda la merca, no podía correr, todo chillaba en mi cabeza: “¡a la chibola! ¡a la chibola! ¡ a la quinta! ¡ a la quinta!”. Y nadie miraba a nadie, solo cada uno a su merquita y los cachivaches que nos servían de caballete o trapos retaceados como plumeros. Era correr a cualquier hueco pa´ que los Azules no nos atrapen, así nos fuimos todos  en dirección al callejón. Yo pensaba en el plástico embarrado que me iban a quitar, la cara de mi padre gritándome. Pero llegó alguien y dio gritos de compasión: ¡es niña pues, es niña! - ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! rápido no ma tío,  por la chibola no más. -¡ya! ¡ya! ¡corre!  ¡corre! LA QUINTA ERA LA SALVACIÓN: al llegar ahí sentías como si hubieras ganado una batalla, felicidad plena... pero apenas EL CAMIÓN volteaba la esquina, nosotros salíamos de inmediato a LUCHAR contra los cascos azules...

Por:

Yessenia Rojas Atahuamán

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