DECIDIR

¿Qué hago aquí? Quién si ni apenas yo hubo de dirigir cada paso hasta esta indefinida malaventuranza. ¿Que quién fue, que cómo llegó cada segundo hasta esta siniestra hora en que sucumbo a lo oscuro de mis cavilaciones existenciales? Las decisiones son ruina y oportunidad, ruina y, no obstante, todo lo contrario al mismo tiempo ¿cómo así? La respuesta tiende al infinito: La discusión con el tiempo y el enojo con la realidad llevan cada segundo a ir definiendo nuestra materia sobre la vida, a darle armonía a tal relación bilateral: mente-realidad, con más ahínco, en la incertidumbre de estar a la deriva de una decisión que aún no tienes por correcta. Pues bien, quizá un error nuestro, es además el error de otros, y estos otros errores culpa de otros, otros más allá en el tiempo; y así en sucesión, como les decía, tendiendo siempre al infinito. Entonces, llega el momento. Cada segundo golpea contra cada decisión diciendo, en un tormentoso segundo universal: no es así, no es así, te has equivocado. De mente en mente, así, hasta llegar a mi segundo decisivo y decir tú también, amigo mío, lo siento, ¡estás equivocado! Hay dos discusiones que debemos aprender a sobrellevar cada día, y en cada momento: Lo que vamos siendo día a día por lo que queremos ser, y lo que vamos siendo por lo que los demás esperan de nosotros; siempre, siempre hincando las mismas palabras en nuestras sienes, qué hacer, cómo hacerlo, a dónde ir, a dónde no, qué decidir, qué olvidar. A una amiga de mi madre se le dio por aconsejarle que los institutos especializados en el rubro culinario son verdaderamente buenos, además de ser una carrera altamente remunerativa; el error de aquella amiga de mi madre fue el de dejarse llevar por la forma tan embustera en que se muestran las propagandas marketeras con respecto a la educación superior en nuestro país, el otro error fue sentirse tan segura de poder dirigir las decisiones de mi madre sobre su hijo. El error de mi madre fue convencerse, además de tener la convicción de estar haciendo lo correcto, sin importar lo que piense su hijo. Hasta ahí, van muchos errores en juego, el juego de la vida. A mi hermano se le daba por pasarse el día entero pensando y pensando, obnubilado y desorientado. En una azorada discusión que tuvieron ambos llegaron a la decisión de que mi hermano estudiaría para ser chef y además se matricularía en estudios preuniversitarios, a fin de que algún día lograra entrar en alguna. Al día siguiente llegó mi madre con la noticia de que sólo lo había matriculado en la especialidad culinaria, y que para lo otro ya no había dinero. Dos meses después, mi hermano abandonó tal empresa y quedó suspendido en la nada. Al siguiente año empezó a instruirse con el objetivo de cursar estudios superiores. Un año perdido porque a la señora se le ocurrió aconsejar con suma ignorancia el devenir de alguien a quien no conoce, con ejemplos que no tiene idea de su resultado, para conversar por lo menos, mientras el de los pollos del mercado le despacha su orden. Así es como aprendió a decidir mi hermano. Tengo un amigo que estudia Derecho: Fatigado vuelve a casa, arroja sus libros por cualquier parte y coge su guitarra para cantar en su soledad tantas melodías que ha ido ideando durante todo el día en que estuvo en clase. Tengo una amiga que quiere morirse porque trabaja en una empresa de ilustradora, y su paga es muy buena, pero tiene un costo alto de vida. Sus antidepresivos son más numerosos cada vez, y sus noches son cada vez más largas y crudas. Tengo un primo que trabaja doce horas diarias con su padre, por el simple hecho de no haberle dicho en el momento preciso que los Sistemas le dan náuseas, y lo que más quisiera es tirar la puerta y correr hacia la libertad, coger su dignidad y darse al olvido por todos los caminos del mundo; pero no, no dijo nada nunca. A todos y a cada uno les falta algo, una pequeña situación en que estalle todo lo necesario, y es ahí donde  surgirá la decisión. Yo me hago cada vez más escritor, por la fuerza que me da no querer ser lo que voy siendo, por algún error que algún día tomé, que tomaron otros, y otros, y otros, como la señora en la espera de su kilo de pollo. Como decía, las decisiones, error o no, son ruina  y oportunidad, ruina y todo lo contrario a la vez. 

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