Me dio risa. Observé sin disimulo la herida que le
surcaba, pensé en una garrita
produciéndosela, con un cuidado casi artístico en los bordes, en curvas
esquinadas que se tendían irregulares, dando la impresión de seguir extendiéndose. La sangre reseca definía con
un color oscuro los filos, como fijándolo en su lugar, en oposición a su forma
que aludía un insistente crecimiento. La parte central de la herida era un
trozo de desnudez, de dolor acallado, de reciente evidencia de un crimen
secreto.
-Está hermosa- Le dije- hará falta un par de semanas
para que desaparezca.
- ¿Estás loca? – Me dijo- Es espantosa, me desfigura
el rostro y me duele. No sabes cómo me duele- No movía el rostro del camino en
el que nos detuvimos.
- Qué quieres que te diga, pudo haber sido peor- Le
dije, quería seguir riendo, apenas pude retirar la sonrisa de mis labios, él no
comprendía que a mí me parecía bella. Una herida guarda una belleza
desconocida, siempre.
- Y me duele un montón, sobre todo eso, y va a quedar
una cicatriz- Me dijo, quiso tocarse con la mano pero desistió al instante,
quizá atemorizado de encontrar una textura inesperada o de despertar el dolor,
el sangrado.
- ¿Pero qué hacías? – Pregunté, viendo su rostro de
perfil orientado hacia el camino, los ojos entrecerrados como si tratara de
convencerse de lo que estaba mirando, tal vez preguntándose si era real, porque
E andaba preguntándose siempre si esto o aquello era real, y argumentando estupideces
para convencerme de que no lo era, Tú no
eres real, eres una ilusión, un sueño, mi sueño, solía decirme.
-Nada, iba en la bicicleta y no vi una piedra, la
atravesé, perdí el control y me caí- dijo, haciendo dos puños paralelos,
simulando sujetar el timón, los movió como si pasara por un espacio escabroso.
-Ya, pero la herida no es tanto como de una caída en
bicicleta- Dije, incrédula. Una herida tan bella no podía haber sido hecha por
un accidente de ese tipo. Tomé sus manos sin que él hiciera algo para
impedirlo, ni siquiera giró a verme. No
había nada, ni un rasguño, las palmas no parecían haber tocado el suelo.
- ¿Entonces no me crees?- Dijo, con un tono
inexpresivo que parecía resistirse a estallar en un llanto, esto último es una
percepción terriblemente subjetiva, porque a mí me gustan esas cosas. Que se
quejara como un niño me hubiera parecido lo más natural, hasta necesario.
Se hizo un silencio, interrumpido apenas por el viento
que pasaba tan fresco hacia todas las direcciones, ondeando mis cabellos
rizados, tirando algunas hileras hacia mi cara, me las iba quitando lentamente,
puedo decir que una por una, como si contara así el tiempo transcurrido. Él
giró el cuerpo un poco hacia mí, pero su rostro seguía fijo mirando el camino,
puede que hubiera querido verme, decirme algo más, pedirme algo, decirme que
esto también no era real, pero algo le impedía apartar la mirada, podía sentir
que lo intentaba. Quise preguntarle si acaso quería llorar o si quería que lo
consolase, me gustan esas cosas, quiero decir.
-
No, no te creo, es
imposible- Dije, volviendo de un sólo movimiento todos los cabellos caídos por
mi frente.
-
Jaja- No rió, dijo
aquello como si creyera que reír fuera lo más
lógico.
-
Es que no te veo cayendo
de la bicicleta e hiriéndote la nariz y no haciéndote nada en las manos- Dije,
remitiéndome a los rastros inexistentes.
-
Bueno, en realidad iba en la bicicleta y se me atravesó un tipo- dijo, después de una pausa,
parecía que el rostro recobraba expresividad.
-
Eh, estás mintiendo- dije, indignada y divertida, creo que empezaba a tenerle
cariño a esa herida cuyo origen me estaba siendo tenazmente escondido- Me
parece injusto. No, injusto no, estúpido.
-
Nada cambiará si te enteras- Dijo luego, volviendo por primera vez, después de
tanto tiempo, el rostro hacia mí, era el rostro de quién espera que el tiempo
pase rápido- Nada cambiará si te enteras- Repitió.
-
¿Qué pasó, entonces?- Pregunté, obviando lo último que me había dicho,
porque tenía razón y yo no quería
admitirlo porque estaba segura que después todo sería silencio y sobre todo
incertidumbre.
-
Yo iba rápido y el tipo se atravesó de pronto, no tuve tiempo de frenar o si lo
hice, su cuerpo ya estaba colisionando conmigo y la bicicleta- Dijo, levantando
los hombros ligeramente, como si mintiera un poquito o dijera las cosas sin
mucho convencimiento.
-
Nuevamente no encaja la herida en toda esa historia, en todo caso el tipo
hubiera terminado con la herida y tú no, es imposible- Dije, segura de que me
estaba mintiendo, estaba dispuesta a sacarle la verdad a costa de insistir por
siempre.
-
Oye, nada va a cambiar si te enteras, la herida está aquí- la apuntó con el
índice derecho con cierto desprecio- nada la va a mover hasta que pase un buen
tiempo.
-
Pues me preocupa- Dije, puse el rostro enojado, aunque no lo estuviera, yo
quería saber. Era una herida hermosa.
-
¿Se supone que debo agradecer?- Preguntó.
-
No, sólo decirme la verdad- Dije, casi en silencio.
-
Está bien, te lo diré- Dijo, resignado- Creo que hay algo que te da el derecho
de saberlo.
-¿Cómo?-
Pregunté ¿Qué era eso que me daba el derecho de saberlo?
-
Iba en la bicicleta y un tipo me detuvo, hizo alto con la mano y parecía estar
dispuesto a poner el cuerpo con tal de que frenara. Me extrañó esa actitud,
¿Qué quería?, me puse un poco nervioso- Dijo.
-
¿Y?
-
Me detuve y le pregunté qué pasaba, se quedó mirándome un momento, cogió el
timón con fuerza y yo lo solté, me quedé parado- Hizo un silencio- me
preguntó si estaba saliendo contigo.
-
¿Conmigo?- Pregunté sorprendida, entonces el asunto tenía que ver conmigo.
-
Sí, yo le dije que sí, él enfureció, lo sé porque puso una cara horrible y
presionó el timón hasta casi hacerla chirriar, sí, no creo que tuviera tanta
fuerza para hacerlo, pero así me pareció- Dijo, agitándose un poco.
-
Y luego ¿Qué pasó?- Pregunté.
-
Me preguntó si éramos enamorados- Dijo e intentó fijar sus ojos en los míos,
sin lograrlo.
-
¿Quién te preguntó eso?- Dije. La herida iba cobrando un significado amargo.
-
No lo conozco- Dijo, en voz baja.
-
¿Y qué le respondiste?- Pregunté, sin saber bien por qué lo hacía.
Se
hizo otro silencio, ésta vez más prolongado.
-
¿Qué le respondiste?-
Insistí.
-
Que sí, que éramos
enamorados- Dijo y rió, nervioso, sus ojos brillaban, como lubricados por
breves porciones de un par de lágrimas.
-
¿Y por qué lo hiciste?-
Pregunté
-
No sé, creo que quería
ver hasta dónde se podía tener un rostro tan horrible del enojo- Dijo.
-
Y te golpeó- dije,
buscando sus ojos, esquivos.
-
Sí, el muy hijo de puta
me golpeó- Dijo, casi gritando- Llevaba algo en la mano, un pedazo de metal,
creo, no lo vi bien.
-
¡¿Qué?¡- Pregunté,
asustada- ¿Y qué hiciste?
-
Nada, conocí el rostro
espantoso de la furia- dijo- me hubiera gustado partirle la cara. Termino
convenciéndome de que soy incapaz precisamente cuando debo creer que puedo.
-
Hubiera sido peor- Dije,
apoyándome en él.
-
¿Por qué dices eso?-
preguntó, girando el rostro hacia mí.
-
No sé, dices que él
llevaba algo en la mano- Respondí.
-
Sí. Tienes razón- Dijo,
suspirando.
-
Demonios¡¡ ¿y quién era
ese tipo?- Pregunté. La herida seguía pareciéndome hermosa pero había algo que
la ensombrecía.
-
No lo sé, y no me pidas
que te describa cómo era porque no recuerdo, excepto esa espantosa cara
enojada. Creo que debemos dejar el asunto y seguir caminando- Dijo.
-
Bueno está bien, mejor
caminemos- Dije y empezamos a caminar.
Estuvimos
nuevamente en silencio, era un silencio cómplice. Sentía que E no había sido
del todo honesto conmigo, terminé convenciéndome de que tendría razones
comprensibles para hacerlo, quizá no quería contarme la parte irreal, la parte
ilusoria, el sueño.
Después
de un buen trecho recorrido, vimos acercarse a J, llegaba cabizbajo, las manos
metidas en los bolsillos del abrigo desabotonado, llevaba un polo de The Black
Keys. A E no parecía provocarle algún tipo de reacción la presencia de J,
estaba siendo tan indiferente como si se tratara de cualquier desconocido.
Bueno, no eran amigos pero ya los había presentado alguna vez.
-
¿Cómo están, chicos?-
Preguntó J
-
Bien- Dije yo. E no dijo
nada.
-
Ya- Dijo J, poniéndose
inmediatamente a mi lado.
Fue incómodo estar
en medio de dos tipos que evidentemente no se llevaban bien, no sabía por qué.
Empezamos a
caminar, al mismo tiempo, tratando de escapar de tanta incomodidad.
-
¿Ha visto mi nariz, Dr.
J? –Preguntó E, apenas moviendo los labios, casi como si las palabras las
hubiera emitido mentalmente, no entendía por qué le había dicho Dr., J
estudiaba medicina, pero esto E no lo sabía.
-
Sí, E, la he visto- Dijo
J, moviendo las manos dentro de los bolsillos, daban la impresión de querer
escapar, parecía que una de las manos llevaba alguna cosa entre los dedos, algo
que formaba un bulto visible por sobre la tela del abrigo- Sólo tienes que
esperar y, sobre todo, alejarte de ciertas cosas.
-
¿Alejarse de qué? -
pregunté
E no respondió. Seguimos
caminando.