RICHARD
...no, viejo, yo soy de
Huancayo.
Allá empecé con la vida y la
huevada.
Madrugaba ganados, camiones
de papa y zapallo.
Era un chibolo lleno de
leche, marrón puro.
Los grandes decían
"éste ya está perdido" / o sea que tenía futuro pe, viejo.
Me solté del miedo y me
agarré a un arma para no caer. Era un zorro.
Mis colmillos, chesumare, no
los paraba nadie, ni la noche
en que me agarraron: los
tombos me llevaron a la quebrada
y me quebraron
a patadas como a su mujer
y me hundieron la cara en un
balde con agua y detergente.
Allí vi la mierda
limpiecita, viejo. La mierda mierda.
Pero nada más, ahí quedó.
Como nada es nuestro, nada perdemos.
Me parché solito las venas.
Pero ya no había familia
yo era el perro que vuelve a
casa y ya no cabe por la puerta,
ya no cabe ni en su propia
madre. Así me fui pa Lima
escapando de un compadre al
que le agarré la hija y el orgullo.
Pero su orgullo montó
caballo, tomó bus y me clavó dos años.
En la cárcel aprendí a
mentar la madre cara a cara, a 7 fulanos por segundo
y noté que todos somos
cuchillos afilándonos en subida y bajada.
Yo no sé porque seguía abajo
y debajo de la misma pistola y manguera.
Ahí me sentí como los
ganados que robaba. Pero solo solo.
También había un poeta como
tú. Eso decía.
Pero más cerca de mí que la
poesía está la pelada maldad, viejo.
La chela. Mi esquina
cicatrizada aquí, aquí y aquí.
Mi raspada lengua.
Mi Huancayo bien adentro. La
muerte.
Y mi viejita, por
supuesto.
Por Antonio Chumbile Tinco
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