¿Dónde está mi caracola?


Extraño tus dedos cuando mirábamos porno, tu melodía de techno  noventero, y más  aún la D con que decías mi nombre, sin pensar que rompecabezas íbamos a armar. Las calles se volvían tableros de ajedrez y tu vientre era mi pista de baile, tu ombligo me indicaba que Marte estaba cerca, tenía que aprender hablar varios idiomas. Mi suerte había cambiado, tú eras un gladiador con varios asesinatos encima, yo no tenía ningún homicidio, solo maté el beso que me diste cuando los autos volaban con los ojos vendados.  Cien veces me reclamabas que la galaxia no gira alrededor de mi resaca, que debíamos cambiar de motor  al helicóptero que rodeaba nuestra habitación, tu aroma era un imbox, y no aterrizábamos  en ninguna vereda con asientos seguros. Hay finales que se escriben en un taxi, otros que comienzan en un hotel.
Reniego  entre tu ombligo y mi vergüenza
un destino se quebró,
tú con él,
yo con mi escrito.

Me persigne varias veces antes de hacerte el amor, temía encontrar  el santo grial. Viajar a tierra santa es peligroso, no debo llevar galletas ni preservativos. Mi atención solo debía estar centrada en manejar el auto rumbo a llegar a tus lunares, no perderme.  Jugar al break dance con tus labios e incentivar nuestras manos a la guerrilla. Eso debí anotarlo en mi libreta y hacerlo. Pero no, la vida está hecha de las cosas que metafísicamente no puedes follar.  Al menos pudimos tocar juntos el centro de la tierra y reírnos  de los zapatos de los payasos. No es momento para arrepentimientos, ni para  eso estoy preparado, las estrellas a veces nacen sin galaxias, lanzaré los dados para ver qué número eres ahora. El azar  en su locura por ti se parece a mí, ambos tenemos una corbata gastada, el pantalón remangado y la barba crecida. Y ya no leemos filosofía porque hemos renunciado a tocar la guitarra con alguna distorsión (me trae recuerdos a ti).


Seré la bestia de circo que sube al rascacielos, perseguido y odiado, miraré la ciudad con sus bibliotecas y sus plazas, te buscaré entre las iglesias con polillas y  todas marchitas. No encontraré nada. Me encontrare con soldados a mi alrededor queriéndome matar, estoy entre el plano cartesiano de lo cierto y la emoción. Me disparan.  Soy los ejes sin coordenadas, la distancia y la ecuación no dieron resultado en este pizarrón de escuela. Ensangrentado y en medio del asfalto recuerdo los arañazos a los patrulleros, éramos milicia. Pasos lentos, tortuga en zigzag, recordando lo que dejó como testamento en medio de tu isla, en la zona donde tu tatuaje no es reconocido. Tortuga salvaje con voz ronca, susurra rezos recordando la  fuga de un preso para festejar el carnaval, sus colmillos se cayeron por no besarte en las temporadas  que trepabas los árboles y mostrabas tus senos para comprobar que nuestra piel se devoraba al ritmo del canto de los grillos. Tenía miedo por el calabozo que construimos cerca de nuestras casas, yo aparte construí un manicomio quería que me acompañes, pero también me daba miedo, tenía miedo hasta de los parques cercanos, los niños con sus ojos de cucaracha me daban miedo. Ya no podía existir sin una letra de tu abecedario, no podía, tu sí. Tú tuviste más aviones para  desarmar, en cambio los días ya  saben a pelea de perros, o al golpe que me dieron en una avenida con gangrena, bueno mis besos son lentos, mis deseos se confunden y los ratones quieren hacer democracia con el queso  en momentos de fascismo emocional, ¿dónde está mi caracola en estos momentos que veo tu foto? .
                                   Mario Santiago Bey Quiroga

No hay comentarios:

Publicar un comentario