¿Sabes lo que es encontrar la salvación y
no poder tomarla? ¿Sabes cómo se siente no poder decir nada y luego decir no puedo decir nada y luego decir recuerdo que una vez…, pero luego darte
cuenta que no es un recuerdo sino más bien una invención con la que intentas
evitar parecer un tonto o un aburrido o un ser lamentable sin mayor interés por
las cosas? ¿Sabes lo que es meter la mano en los bolsillos y no encontrar más
que frío y una costura rota por la que cae un dedo a arañarte la pierna? ¿Sabes
lo que es encontrar la salvación y no
saber cómo retenerla o contenerla aquí, en los pulmones? ¿Sabes cómo se siente estar
bien y saber que va a acabar?
El frío inmovilizaba mis manos, yo
temblaba de forma graciosa y exageraba porque quería que las tomaras entre las
tuyas, eso me haría bien, pensaba, y lo hiciste y yo estuve muy agradecido pero
no supe decírtelo porque también los labios se me congelaban. Entonces, creía
que yo existía realmente dentro de mí, como una suerte de persona pequeñita
encogiendo el cuerpo por el frío o por lo que fuera. Creo que lo que te iba
diciendo era que yo era un tipo inútil pero que aquello no me apenaba (o eso
quería decir) y que hasta me divertía. Te contaba, tratando de parecer
interesante, que había ido perdiendo a muchos amigos simplemente por mi pereza
de corresponder a sus necesidades, y finalmente te decía que no me lamentaba y
era hasta el estilo que quería darle a mi vida. Bueno, estaba siendo muy
pesimista, pero lo hacía porque yo haciendo de entusiasta soy muy torpe, aunque
siempre ande entusiasmado. El frío iba haciéndose más intenso y el cielo
repleto de estrellas y la luna saliendo muy rápido entre los cerros, era genial
y no sabía qué decir, excepto qué genial.
Traté de decir algunas cosas con la mayor honestidad posible y lo estaba
logrando, a pesar del frío, lo estaba haciendo, no dejaba de sonreír, pero no
dejaba de preocuparme por la duda de estar quizá aburriéndote. Ya sé que esto
bien lo puede escribir un adolescente y ya no soy un adolescente, toda la
simplicidad intensa y esa ingenuidad por las cosas que pasan con la velocidad
del amor, ya no caben en mí o al menos eso estoy pensando ahora.
He ido fracasando en cada intento por
sacar a esa personita de aquí adentro, yo le digo oye, ya, largo de allí, ahí están tus pulmones, tu estómago, tu hígado
y tu corazón, déjalos funcionar y sal, aquí está el mundo y es seguro que te va
a destrozar, pero ahí adentro sólo haces el ridículo. Esto me recuerda a ese poema de Bukowski sobre
el pájaro azul que tiene adentro y que no lo deja salir y que significa todo lo
que pueda significar un hombre sensible. Conmigo pasa al revés, yo he querido
sacarlo, pero nada, se queda allí, tan perezoso e irritante. Lo he soportado
todo por él y no lo odio y hasta me divierte, lo compadezco.
Yo no podía creer lo que me ibas diciendo
y cómo lo hacías, porque era tan bello, sonreías de vez en cuando y el cielo me
aplastaba el cráneo de felicidad, tenía las manos entre las tuyas y era como un
fuego agonizante allí. Yo me sentía a salvo, después de todo, estaba
comprendiendo que era un tipo a la deriva, en busca de un abrazo o de alguien
que me dijera tranquilo, yo te cuido, es
patético pero pasa. Y puede ser tierno
por un período pero luego cansa como todo, entonces temo aquello y sólo he
sabido aceptarlo y resignarme a que va a pasar. No, no soy un hombre de acción,
no me leo un libro entero en un día porque prefiero dormir y sentirme pésimo al
despertar y con el reloj mordiendo mi vida. A veces me reprocho por eso, pero
generalmente me río y sigo durmiendo.
Y me contabas de tu familia y tus
problemas, y yo pensaba adóptame,
adóptame¡¡¡, estaba gritando en mi cabeza, no podía ver más, lo siento, no
veo más que mi precariedad y mi posible salvación. Si hubiera estado ebrio te
hubiera dicho las cosas con cierta fluidez, no en la forma sino en el fondo,
porque me es difícil gesticular borracho: que ya no quiero separarme de ti,
porque eres la salvación que tanto he buscado.
Recuerdo que leí en algún lugar, que
sublimar es el arte de escapar, tampoco es mi caso, para mí, sublimar es
abrazarme a ti hasta que nos crezca moho como un manto de belleza y las
estrellas caigan sobre él como una especie de coraza que nos proteja de todo,
sobre todo de mí.
Me coloco los anteojos nuevamente y sonrío
al pensar que quizá he ido mostrándote mi parte estúpida cuando lo que debí
hacer fue decirte que era bueno en algunas cosas. Pero ya es tarde, espero que
no suceda lo inevitable (a veces, espero que suceda rápido). Soy un mal
estratega del sentimiento.
Me preocupa el hecho de estar
desarrollando una especie de dependencia por ti, no deberías preocuparte, soy lamentablemente
inofensivo, a lo sumo estaré hablando contigo en mi cabeza, repasando una y
otra vez lo que no te he dicho y sintiéndome bien y miserable alternativamente,
o buscándote en todos los lugares del mundo y preguntando a la gente sobre ti,
escondiendo apenas mi interés. Me pongo nervioso cada vez que te pienso
distante en el tiempo y el espacio. Esas dimensiones son cicatrices en mi
corazón.
A lo que voy, es que te he encontrado y
estoy tratando de explicarte cómo es que estoy así, rodeándote con mis brazos
en una noche helada y en donde temo que todo acabe y ese resplandor acabe y tu
voz acabe o se vaya y tu sonrisa se acabe y tus miradas cambien de dirección y
tus manos ya no sean fuego en los míos y en donde me encuentre como después de
un buen sueño, lo demás será una pesadilla de la que saldré muy herido y con
muchas ganas de que vuelva a suceder.
Caminamos un buen rato, dijimos algo sobre
el frío que se estaba portando extrañamente cruel, hablamos otro poco sobre
nosotros y yo estaba feliz, sí, feliz. Esa personita que llevaba adentro había
salido un rato a dar un respiro y ahora estaba muy orgulloso de hacerlo y
elevaba los hombros y ponía la cara chistosa, como pocas veces lo había hecho.
Y eso no es todo. Puedo escribir mucho
más, pero ya estás a punto de subir a un taxi y nuestros dedos se tocan como si
no quisiéramos despedirnos pero algo más
fuerte nos obliga a hacerlo. Eso era todo en esta noche, había muchas
posibilidades de que no se repitiera y yo me fui con toda esa tristeza. Luego
el taxi corrió hasta perderse en la curva y yo no pude correr detrás como me
hubiera gustado, como si se tratara de una película.
Entonces suspiré y dije bueno, hay que vivir, debe haber algo
después, no he venido aquí en vano, y sentía que no era en vano que
estuviera pisando esta tierra y si
adelante no había nada, de todos modos era
mejor buscar fuera de mí. Me estaba poniendo cursi y odiaba eso. Así que
me puse a llorar y llovió sobre la ciudad y me sorprendí por la sincronía que
empezaba a tener con la naturaleza y maldije.
J. Estiven Medina Ortiz.
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