Testamento de una tortuga caparazón de botella

Mi camino hacia la estupidez en auto fue muy consciente. Un par de veces he visto los autos dialogar entre ellos, tome la decisión de recordar los pechos de ella, me volví  peregrino de sus pechos, visitante de sus pezones, inexplicable las causas para perder los mapas y no fijarme en las estrellas, hasta llegar a  su vulva, ahora   soy astrólogo de su vulva:

Tus piernas, y mi rostro
con los fluidos y el apocalipsis
pero hay un cometa  y
hay una esperanza
existe un grito,
somos esperanza y grito.

Mi caparazón ya tiene los pasos contados, una receta más para morir;  con un toque de extraño  de futuro. Las enfermedades ya no tienen dónde ir, mi hedor fatuo e resigna a negarte, a decir que la melancolía no es un tratado de comercio y las leyes de la matemática son versos hechos música y que la música  sale de los bares en la madrugada  con el sindestino y el instinto de vivir/dormir para  ver qué sucede   delante de los ojos de Neptuno.  Respiro , sorbo la mañana, siento  que  el psicoanálisis del auto ya no tiene testamento, un poco más de ritmo no caería mal. Ya no tengo más muertes que contar ni mis pasos se han vuelto color licra. Fumar un cigarro en el banco de un parque viendo cómo pasan las generaciones es ver poco a poco  el alcohol se derrama y como el poder se impone en una patrulla. El sol te amenaza, te puñetea, tú sigues recordando,  te enredas en  su símbolo, en su cabello, en su ojo, en el poder de su ojo, la victoria de  su ojo.  

Hay un comercial redondo que pasa 
                                   se suicida y vuelve a vivir
                                    las letras ya no dibujan         si bailan
           hay un canto lúcido en sus labios,
un beso, un mechón de cabello sobre su pezón.


Mi piel roza sus palabras, mis patas van lento, tengo miedo a la ciudad: a sus elevadas hipocresías y su cáscara de almeja. Mi piel es de mandarina, mi caparazón de botella; quinientos años no servirán para volverme un refugio de polillas, mi piel es de mandarina y mis patas son lentas.  Reconocer que estas vivo y pudiste tocar la pestaña a dios, decirle que la sorpresa  va más allá de la creación en siete días y falta un octavo para celebrar después del descanso, eso sí, el creador tiene que bailar con pollera y sacudir los labios, y los demás a aplaudir por que la muerte es más linda cuando hay fiesta. No más lágrimas, ni más abrazos, mis patas de tortuga  pisan las piedras y sujetan un poco de arena para disfrazar las tardes, quizás el futuro, pero el té sabe mejor cuando se toma con amigos y mi caparazón no solo es mi refugio es mi libro, y mi país, mi patria cosmopolita, ya encontré mi testamento, ahí está mi camino.

                                                   Mario  Santiago Bey Quiroga

No hay comentarios:

Publicar un comentario