Comentarios, poemas, crónicas, conciencias, diatribas, canciones, diarios, entrevistas y demás.
Una frontera donde medir las marejadas de la realidad.
Servido.
La degeneración del género humano
Hace algunos días tuve una breve discusión con mi padre. Yo
planteaba que el género chicha es demasiado estridente, y, ciertamente,
desagradable para los oídos de muchos. Y que quizá Papá Chacalón, el ángel del
pueblo, aquel hombre barrigudo y de melena tan peculiar, que, como se dice,
hacía bajar los cerros con su canto; aquél hombre, voy diciendo, es el único, o
uno de los únicos, aunque a mi parecer el más grande compositor de la “chicha”
más hermosa que se haya compuesto nunca. Aún recuerdo lo melancólico y doloroso
que me resultó oír “Viento”, o “Ven, mi amor”, o “Muchacho provinciano”. Es en
esta última y en la primera donde la historia misma se relata como vivencia en
carne y hueso, y el sufrimiento de un hombre, o un pueblo, o una raza entera,
soñando junto a sus bohíos. Luego me pregunté qué demonios pasó más
recientemente, ¿por qué existe una diferencia tan grande entre el padre, el
ángel de pueblo, y su hijo? Mi padre continuaba diciendo que todos los géneros
son valederos, y que más bien lo que prima es la relatividad en los gustos, con
respecto a cada cultura. Por último, antes de irse, me dijo: “¿te crees dueño
absoluto de la melodía?”. De inmediato respondí que no; entonces se fue. Pero
aún me quedaron demasiadas dudas. ¿Qué sucede con la música chicha?, me
pregunté, luego reflexioné y cambié de pregunta: ¿Qué sucede con la música? En
la última década la música ha sufrido alteraciones horrendas, y el resultado ha
sido una monstruosa combinación de infinidad de imbecilidades, y que al fin de
todo, no dicen nada, o no expresan la verdadera emoción como sí lo hacía la
música de antaño. ¿No resulta curioso? Pero, esta malformación no se queda
allí. Las artes: la literatura, la escultura, la pintura, la poesía, el cine,
el teatro. Y más allá, aún… la amistad, el amor, el trabajo, el lenguaje. Casi
todo ha volcado en una tristísima degeneración. ¿Por qué, entonces? Cuando
converso con mis amigos subterráneos, esta cuestión siempre sale a flote
mientras discutimos lo vacío que significa estar vivo en estas épocas. ¿A quién
culpar? ¡A quién, a quién, a quién, a quién!, resuena en la cloaca: El Sistema,
el capital, la industria; y más aún, el imperio, que arremete contra cada
cultura y la va desintegrando desde sus entrañas, hasta afuera. Desbordando su
pomposidad con sangre y lágrimas, destruyendo al hombre. Llegué a una
conclusión: Estamos yendo entre la degeneración del género humano, la
subyugación del espíritu por muy debajo del dinero. La fatuidad con que se crea
cada arte, y la poca sensibilidad están llevando al hombre a sentirse cada vez
menos hombre, menos humano. Sin embargo (y esto es lo más importante), aún
sobreviven corazones al incontenible avance de la industria, al degenerado
sentido con que cada nueva persona que nace se nutre y crece. Hay, muy por debajo de todos los edificios, un poeta,
un romántico, un trovador de cantos celestiales, una mujer que aún habla de
Simoné de Beauvoir, un hombre, como yo, que recuerda a Kafka. Porque sin
embargo, pese a la demoledora realidad, sobrevive la poesía.
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