Tengo mis manos el corazón de
motor, acelerado a cien. No he visto las curvas que he tenido que esquivar, ni
más beberé cuando escriba un poema, caigo en abismos o termino en hospitales.
El freno no siempre nos predice el futuro, solo es una suerte de malabares aquí
dentro, dentro de mi corazón de motor. No percibo tus uñas ni tus arañazos en
mi espalda, un cuerpo late encima del vaso de cerveza, late en cuenta
regresiva y el cohete sale al espacio,
corazón de motor, avanza muy rápido. Dos piernas abiertas como dialéctica y
como proceso histórico confirman la
fineza de la yema de tus dedos, un tic tac acelerado, mil muertos en la
carretera, uno ahogado los demás fusilados. Me encuentro en medio del pantano
como vaquero sin armas y pistolero con cuetillos, ya es navidad corazón de motor,
vaticina con el tiempo en los templos donde una vulva maldice al sacerdote y el
cuchillo acelera con el latir de la ilusión de tus orejas. Un poco de tierra para historia, un poco de sal
para los movimientos sociales, un poco de fierro para el presidente, un poco de
bala para la humanidad, acelera con cautela entre callejones que te llevan
entre el tiempo y hojalata, ya sabes que el tiempo lo tienes en tus pestañas y
no hay nada de que arrepentirse.
Corazón de motor monta una yegua
salvaje como la sangre
y como una montaña rusa en pleno infierno
esta sin dolor y con un pasado de enredadera.
En plena metafísica de su saliva él explora que ya
no existe una democracia, que los cuerpos formaron una dictadura. Y que las
balas corren con sudor y letras en la lengua. Un presidente merece morir. Un
pueblo resiste. Lo que lleva a caminar hacia atrás con los ojos hacia abajo
como queriendo buscar un pezón rebelde. Lo caótico se mofa de la nostalgia del
muslo, un llanto prófugo que no vacila en caminar por las madrugadas o pegar
gritos desesperados en hojitas de papel. Cualquier intención buena es percibida
por corazón de motor, en el silencio de la rana que no brinca para no colapsar
el universo, se escapan dos fuerzas, una que brota de la magia de su concha otra
que brota de la bomba que puso en el ministerio de justicia, ambas fuerzas se
apoderan del tic tac. Acelera. Corazón de motor, estudia las posibilidades de
morir en un plano cartesiano a lado de ella.
Como tatuador no conoce el destino
una visión de luciérnaga
cautiva a la yegua amarrada al cactus
el mar de los dos amenaza la ciudad.
Ya no estás.
El reflejo de la piel zombie, un
parásito que no contradice la ciudad, el diafragma motorizado se partió en dos.
Moisés dividió en dos nuestra batalla, el poder de Yavé y el poder
de tus piernas de abrirse en dos cuando
no hay relojes que disciplinen nuestro gobierno. Corazón de motor se sobresalta
con cuatro siglas que vienen a ordenar la pintura de su cuerpo un haiku en tus
labios, un corazón en tus acuarelas, ya no hay más respuestas en el imbox.
Ahora estás.
Cinco manzanas desafiaron en este capítulo la gravedad, como la raza
destinada a trabajar como tierra pulverizada en una mina de cobre, así me
encuentro. Pedazo de madera esperando a la yegua entre la pared marchita y las
piernas que dibujan un edificio en quiebra, los senos se mueven como prisionero
francés del siglo XVIII. Resucita corazón de motor.
MArio SAntiago Bey Quiroga
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